Libertad o libertinaje
Escrito por Mariana Gutierrez

En esta semana asistí a mi grupo de estudio semanal, y disfruto mucho este grupo porque asistimos mujeres de diferentes edades, rutinas, y a veces también, formas de pensar; pero todas con el mismo propósito de conocer más a Jesús. Justamente esta semana hablamos sobre la última temporada de la vida de Moisés. Específicamente hablamos sobre Deuteronomio 31. Y el tema principal era cómo Moisés estaba pasándole la estafeta a Josué. Le animaba a él y a esta nueva generación de israelita a mantenerse fuertes y valientes, sabiendo que se adentrarían a tomar la tierra prometida. Entre algunos comentarios, risas, testimonios, llantos y uno que otro bebé gritando; hablábamos sobre la nueva generación, los que siguen en este mundo. Sinceramente fue un tema donde todas coincidíamos en que nuestros hijos, nietos y todos estos pequeños, iban a vivir (o están viviendo ya) experiencias que ninguna de nosotras vivimos en nuestra infancia, no teníamos tanta facilidad o «libertad».

Y no me mal entiendas, claro que estoy a favor de la libertad, pero estoy completamente en contra del libertinaje. 

¿Cuál es la diferencia? Bueno, el sentido de la libertad no está peleado con los límites. Al contrario del libertinaje, este si está peleado con los límites, incluso cuando estas acciones pueden DAÑAR a alguien más. Y es justamente lo que más se le está ofreciendo a esta nueva generación: «Sé feliz» pero a costa de la felicidad o sin importarte el daño que le puedas ocasionar a las personas que te aman o que amas; «Exprésate, descubre quién eres» sin interesarte ni por un segundo qué es lo que Dios dice de ti, la identidad que en Él encuentras; «Toma las decisiones de TU vida», menospreciando la honra que le debemos a nuestros padres, abuelos, hermanos, personas que nos hicieron crecer y dieron todo para darnos lo mejor. Y como estos hay muchos más.

Conociendo la situación en la que estamos viviendo, y lo que está por venir; decido correr y vivir conforme a lo que dice 2 Corintios 2:17-18

Pues el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.

Entiendo que el mundo tiene en una bandeja todo lo que yo quiera, todo lo que yo piense, todo lo que yo desee, aún lo más perverso que pueda pasar por mi mente, todo eso está a mi alcance y está «permitido». Pero me llena de paz saber que donde esté el Espíritu de Dios HAY LIBERTAD. Esto me lleva a entender que no me puedo quedar con los brazos cruzados, tengo que levantarme como parte de una nueva generación que renuncia al libertinaje y abraza la libertad que solamente puedo encontrar en Jesús, en Su Palabra, en la identidad que Él tiene para mi. Creer que Él no ha terminado conmigo (Filipenses 1:6). Sigo siendo transformada, me voy a equivocar, tendré miedo, tendré tentaciones, pero mi firmeza y mi decisión tienen que mantenerse firmes.

Confío que mis hijos crecerán en una casa donde se sientan libres de temor, de la esclavitud del pecado y de lo llamativo del mundo. Sé que no los puedo sacar de aquí; pero anhelo que seamos antorchas prendidas en medio de la oscuridad. Y oro por una iglesia que, con el entendimiento que tenía el pueblo de Israel de pelear por su tierra prometida, peleemos por estas generaciones antes de que se pierdan.

 

 

 

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