Creo que todos nos identificamos con tantas experiencias durante nuestro caminar con Cristo, hemos visto el poder de Cristo que nos ha rescatado del pecado y nos ha hecho hijos del Todopoderoso, hemos visto Su Fidelidad y disfrutamos cada día de Su gracia y amor. Es la parte hermosa de ser amigos de Dios, todos quisiéramos quedarnos siempre con esta parte de nuestra vida cristiana y la verdad no es así, sino que también hemos padecido, hemos tenido pérdidas que nos duelen y que marcan nuestros corazones.
Hoy quiero hablarles de que nuestro corazón siempre ha reflejado lo que muchas veces nuestra boca niega, he pasado por momentos donde decía que todo está bien, pero en lo profundo de mi ser no era así. Hay un versículo que me llama la atención para compartir con ustedes:
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
Porque de él mana la vida. (Prov. 4:23)
De mi corazón mana la vida y por lo tanto siempre reflejará lo que contemplo, durante nuestro caminar hemos sido lastimados así también hemos lastimado a otros y me he preguntado el por qué si somos todos hijos de Dios y hemos de pasar la eternidad juntos, y la respuesta más sencilla es que somos seres humanos, pero hoy Dios quiere ir más profundo con todos nosotros, no fallamos porque somos simplemente humanos, fallamos porque no hemos contemplado suficiente a Cristo, fallo porque no he podido dejar que en mi corazón corran ríos de agua viva suficiente para sanar mis heridas y también para que otros puedan beber. La semana pasada estaba hablando con alguien que me comentaba que estaba muy dolida por lo que le han hecho, y ella preguntaba a si mismo hasta cuándo van a dejar de lastimar mi corazón, y me decía que ya no creía en nadie y yo con todo mi corazón quise ponerme en su lugar para entender lo que está viviendo, debe ser difícil y complicado, y le dije sencillamente «entiendo lo que estas pasando», a lo que me contestó de manera seca: «no lo puedes entender». La verdad sentí un poco de dolor y fue cuando me di cuenta de que ella solo reflejaba lo que había vivido, contemplado durante muchos meses. Es cuando pude darme cuenta, su respuesta no fue para lastimarme, de hecho puedo asegurarles que ni cuenta se dio, solo contestó lo que había en su corazón. Muchos hemos contemplado tristeza, dolor, amargura por mucho tiempo y al final, lo único que se refleja cuando no tomamos la decisión de contemplar al Autor de la vida, es muerte. Se mueren amistades, se mueren relaciones, nuestras acciones y palabras hieren. Todo lo que hacemos y hablamos no solamente deja huellas en aquellos que las reciben sino también en nosotros.
Todos reflejamos lo que contemplamos, todos contestamos conforme a lo que hemos imaginado, en este caminar no podemos darnos el lujo de quitar nuestros ojos de Cristo, no podemos pensar que todo está bien mientras que nuestro corazón no refleja la persona de Cristo. Yo tengo toda la libertad de decir que me han hecho «eso y eso», porque es la verdad, y es lo más fácil, pero sobre todo eso, lo primordial es que refleja mi corazón; es por eso el consejo de Salomón es que tenemos que guardar nuestro corazón y eso se logra solamente contemplando a Cristo.
El salmista nos dice:
Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh Señor, roca mía y Redentor mío” (Salmo 19:14)
Cuando un corazón medita en su Hacedor viene a ser conforme a la voluntad, vive para reflejar a Su creador es cuando dejas de lado tus derechos y lo único que es importante es tu Padre celestial, por lo tanto te lleva a contemplarlo y cuando lo contemplas es imposible que tengas un corazón que quiera lastimar a otros, es imposible no ver la necesidad de otros.
Quisiera no haber perdido a aquellos que perdí en mi vida, quisiera y quisiera, yo pudiera repetir tantos quisieras, pero nada cambiaría; pero Dios me ha enseñado que por gracia hay nuevas personas que amar, y me hace ver el Espíritu Santo que cada vez que hablo o escucho a alguien, que el anhelo de mi corazón sea reflejar a Cristo y para reflejar a Cristo debo aprender a contemplarlo en mi diario vivir.
Amados, el día que dejamos de contemplar a Cristo, perdemos nuestro propósito. Es donde quisiera aconsejarles pero cómo dar un consejo de lo que estoy apenas aprendiendo, por eso mejor quiero invitarles a que contemplemos a nuestro Hacedor y reflejemos Su gracia y amor en todo momento.
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