Cuando inició el año decidí, como muchos, iniciar la Biblia otra vez, quise tomarlo como un compromiso con el Señor, y hasta me metí a un grupo en donde compartimos devocionales. (No te voy a mentir, ya me retrasé un poco pero estoy intentando ponerme al día). Y empecé obviamente desde el Génesis, Adan y Eva, la Torre de Babel, Noé, y cuando llegué a la historia de los patriarcas he de decir que me sorprendió leerlo desde otra perspectiva. Siempre que llegaba a sus historias me sentía un poco confundida y quería convencerme a mi misma que si ellos eran los padres de la nación escogida del Señor entonces debían ser las mejores personas en el mundo; pero no podía dejar de notar que habían cometido muchos errores. En esta ocasión que leí estos capítulos decidí permitir que el Señor me mostrara el por qué ellos, por qué los había elegido. Quedé sorprendida y me hizo agradecer más Su gracia y Su misericordia.
Abraham era un hombre que, sinceramente, se dejaba llevar por el temor, vemos que dos veces le dice a su esposa Sara que finja ser su hermana para evitar que quieran asesinarlo porque su hermosura la haría deseable hacia otros hombres. Dios obró y todo salió bien. Pero, también vemos a un Abraham obediente, un Abraham que era trabajador y sensible a la voz de Dios. Al final de sus días y cundo está en búsqueda de una tumba para Sara me sorprende cómo los hijos de Het lo respetan tanto y están dispuestos a entregarle una cueva sin necesidad de una pago. El Señor honró su obediencia y entrega delante de los hombres.
—Escúchenos, señor—respondieron los hititas a Abraham—, usted es un príncipe de honor entre nosotros. Escoja la mejor de nuestras tumbas y entiérrela allí. Ninguno de nosotros se negará a ayudarle en ese sentido. Génesis 23:5-6
Isaac comete el mismo error que Abraham, queriendo engañar al pueblo de Abimelec, diciéndoles que Rebeca era su hermana. Una vez más Dios obró y todo salió bien. Después de ser expulsado de esas tierras por ser muy próspero, y llegar a otras tierras donde le quitaban los pozos de agua que el abría, vemos que también siguió los pasos de su padre siendo obediente y fiel a lo que Dios le pedía. Siendo honrado y respetado en estas tierras.
Podemos ver claramente que el Señor está contigo—respondieron ellos—. Por eso queremos hacer un tratado contigo bajo juramento. Jura que no nos harás daño, ya que nosotros nunca te hemos causado problemas a ti. Siempre te hemos tratado bien, y te despedimos en paz. ¡Y mira ahora cómo el Señor te ha bendecido! Génesis 26:28-29
Y por último, podríamos decir mucho de Jacob, engañando a su hermano, engañando a su padre, huyendo de las consecuencias de sus actos. Huyendo de Labán después de servirle 14 años. Intentando apaciguar la ira de su hermano al encontrarse con el y después engañándolo diciéndole que se encontrarían más adelante pero en realidad yéndose por otro lado. Tenemos muchas historias de Jacob. Pero vemos cómo inicia por un proceso cuando «lucha» con el ángel de Señor, vemos la gran misericordia de Dios al lastimarlo permanentemente para que él recuerde que no es en sus fuerzas, sino de la mano del Señor que Él cumpliría la promesa que fue hecha a Abraham.
Luego el hombre le dijo:
—¡Déjame ir, pues ya amanece!
—No te dejaré ir a menos que me bendigas—le dijo Jacob.
—¿Cómo te llamas?—preguntó el hombre.
—Jacob—contestó él.
—Tu nombre ya no será Jacob—le dijo el hombre—. De ahora en adelante, serás llamado Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Genesis 32:26-28
Y obviamente sabemos que Jacob jamás podría vencer al Señor en un duelo, pero aquí vemos que con el Señor solo ganamos cuando estamos dispuestos a perder. Y Jacob estuvo dispuesto a perder su astucia, para ganar Su bendición.
Así que ahora que leo las historias de los patriarcas puedo verlos como eran, pero también puedo ver lo que Dios veía en ellos. Hombres no perfectos, pero si dispuestos a servirle. Aprendo de ellos y anhelo que el Señor vea en mi, no perfección, pero si un corazón ardiendo por servirle y parecerme a Jesús.
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