Siempre he tenido una relación de amor-odio con el cambio. Hay cambios que me gustan, como viajar, aprender un nuevo hobby, o esa sensación al conocer a alguien por primera vez, donde debes de imaginar quién es esa persona y el cómo llegó allí. Pero ¿sentirme desconcertada de no saber que sucederá a continuación? Eso si es algo que usualmente me pone ansiosa. Aunque el cambio puede ser bueno o malo, también suele ser desconcertante.
Cuando entré a la universidad, tuve que aprender a tomar el autobús que me llevaba a la facultad y tomarlo de vuelta a casa. Para mí inicialmente suponía un nuevo reto, ya que no me ubicaba muy bien con las paradas y el campus estaba bastante lejos de la ciudad. Recuerdo que la primera vez que yo lo tomé todo fue demasiado caótico, estaba tan desconcertada que me subí junto con una amiga para que me “guiara” un poco con las direcciones. Al subirnos rápidamente conseguimos dos lugares en la parte trasera, mientras veía como todas las personas se abalanzaban en buscar un asiento y el chofer volteaba hacia atrás para cerciorarse que ya no cabía un solo estudiante más, sólo entonces arrancaba rápidamente para comenzar su trayectoria.
Al estar sentada, las personas que iban en el pasillo entre los asientos intentaban aferrarse a lo que fuera para no caer, las mochilas de los estudiantes parados te arrinconaban en el asiento, y las cortinas del autobús iban cerradas. Fue entonces cuando comencé a sentirme ansiosa, no lograba ver más allá de la mochila de la persona que iba parada en el pasillo junto a mí y sólo podía pedirle a mi amiga que abriera un poco la cortina de la ventana junto a nuestros asientos para intentar divisar donde estábamos, pero no se veía más allá frente al autobús o adónde se dirigía.
El trayecto consistió en sacudidas, frenos, y topes. Entonces al mirar por la ventana vi un edificio que según mi criterio estaba “cerca” de casa. Al final mi amiga y yo “determinamos” que ya estábamos en la zona donde debía bajar. Tenía miedo de perder la parada así que rápidamente me despedí de ella y comenzó ahora la lucha por llegar a la puerta del autobús. Apretada entre personas y pidiendo permiso, comencé a gritar “bajan”. Pero entre las pláticas de todos en el autobús y el sonido de la música del chofer, no me lograba escuchar. Entonces una de las personas que se encontraba a mi lado gritó fuertemente “bajan” y entonces el chofer frenó tan abruptamente que me fui hacia adelante y esta persona me tomó del brazo para no irme de frente y caer entre las personas que aún estaban frente a mí. Ahora todo esto realmente me saca una sonrisa al recordarlo, pero en ese momento estaba realmente angustiada.
Finalmente logré llegar a la puerta y bajé del autobús, y cualquier sonrisa de victoria se borró de mi cara cuando al voltear a mi alrededor no sabía dónde me encontraba, había un baldío a mi derecha, y un edificio abandonado pasando el otro lado de la calle. A lo lejos vi una tienda que se me hizo familiar y me di cuenta de que me encontraba a unos cuantos kilómetros lejos de donde se suponía me debía de bajar. Claro que no quería que mis papás se enteraran de mi fracaso la primera vez que tomaba el autobús, así que comencé a caminar y en ese momento sonó mi celular. Contesté y era mi padre, al preguntar cómo me fue tomando el autobús simplemente pude contestarle “bien”, entonces me dijo “voltea atrás”, y al girar lo vi en el carro estacionándose a unos cuantos metros, su rostro tenía dibujada una sonrisa y no pude evitar comenzar a reír.
Él no me lo había dicho, pero siguió al autobús esa primera ocasión desde la facultad, para ver que todo fuera como lo planeamos y bajara en el lugar correcto.
Algunos de los cambios por los que pasamos, inclusive aquellos que parecen inofensivos, no estábamos preparados. Hay incertidumbre y ansiedad en nosotros ante el cambio, y muchas ocasiones no sabemos cómo reaccionar.
- Todo sucederá a su debido tiempo
Hay un versículo en Eclesiastés que dice:
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo de los cielos tiene su hora.” Eclesiastés 3:1
Siempre he sido una persona que está conforme con que las cosas funcionen de cierta manera, y que sucedan en cierto tiempo “planeado”. Pero he aprendido que no siempre se puede “planear” en la vida, hay demasiados factores que están fuera de mí control. La idea de tomar el autobús me era difícil, para mí era mucho más fácil que me recogieran de la facultad para llevarme a casa. Pero ahora sé que todo lo que tengo que hacer es ser un buen administrador de lo que tengo hoy y dejar el resto a Dios. Esta mentalidad me ha liberado de tanto estrés y desilusión. Si algo no funciona, sé que debo recordarme a mí misma que todo sucederá a su debido tiempo. Y ese era mi tiempo de aprender a tomar el autobús.
- Confía en Dios
Una de las cosas que me resultaba más difícil, era no saber a dónde se dirigía exactamente el autobús, no conocía la ruta, no tenía idea de cuánto tiempo tomaría llegar al lugar donde debía bajarme y me desesperaba el no poder distinguir claramente el camino a través de las cortinas.
“5 confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia 6 Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas.” Proverbios 3:5-6
Es en medio de los cambios, que debemos recordar constantemente quién nos ha llevado allí, Dios tiene el control de nuestras vidas y conoce mejor que nosotros mismos lo que necesitamos. Mi visión era limitada, pero Dios siempre tiene el panorama completo.
- Los cambios pueden ser acompañados, pero se viven solos
Cuando algo nuevo se avecina a nuestras vidas, muchas ocasiones buscamos que alguien más los viva junto con nosotros, nos “refugiamos” en algo o alguien más, cuando en realidad Dios espera que pasemos por ese cambio únicamente con Él.
“Yo digo al Señor: «Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío».” Salmos 91:2
Yo intenté apoyarme en la dirección de mi amiga que tenía más experiencia, y finalmente terminé bajando en la parada equivocada. No está nada mal que nos rodeemos de personas que incrementen nuestra fe, y estén al tanto de los cambios por los que estamos pasando, pero al final del día debes atravesar el proceso únicamente tú con Dios, refúgiate sólo en Él.
- Él siempre nos escucha
Una de las cosas más hermosas que me reconforta, es saber que Dios siempre sabe lo que estoy a punto de decirle, y aun así me escucha. Mi mente se estaba preocupando tanto en bajar en el lugar correcto, y que el chofer escuchara mis gritos por encima de los ruidos, que mi mente sólo dijo “Dios ayúdame” hasta el momento en que ya me encontraba fuera del autobús. Él conoce nuestros pensamientos antes de que nosotros siquiera pensemos en ello.
“15 Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido.”1 Juan 5:15
En mis fuerzas intenté que mi voz se escuchara en medio del bullicio, pero con Dios nunca debo gritar para que me escuche, ni siquiera debo de pronunciar una palabra para que Él conozca lo que pasa por mi mente y agobia a mi corazón.
- Él nos está esperando
Me encanta como Dios es un Padre con nosotros. En esos momentos donde menos queremos que Él esté cerca porque nos hemos equivocado, o creemos que lo vamos a decepcionar siempre está esperándonos. En mi intento por ocultar mi fracaso con mi papá, yo solo podía ver una sonrisa en su rostro, esperando que yo le marcara para pedir dirección y ayuda.
“Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? 5 y cuando la encuentra, lleno de alegría, la carga en los hombros 6 y vuelve a la casa.” Lucas 15:4-6
Así es Dios con nosotros, aunque no lo vemos en medio del caos de un cambio, Él va detrás nuestro en todo momento. Y aunque bajemos en una parada equivocada Él siempre estará listo para sonreírnos y llevarnos de regreso a casa.
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